Desde la azotea de su hogar en la Favela do Metrô, Eomar Freitas disfruta de una de las mejores vistas de la ciudad. Avista al sur y mira la estatua del Cristo Redentor elevarse sobre las montañas de Río. Al norte observa las jefaturas verdes y rosadas de Mangueira, la más conocida escuela de samba de la ciudad.
Y mientras tanto, también uno de los íconos deportivos más grande del mundo, el estadio azul y gris de Maracanã, que recibirá la final de la Copa Mundial de 2014.
“Trabajamos mucho para construir este lugar,” dice Freitas de 35 y desempleado, cuya familia se trasladó a Río desde el empobrecido noreste del Brasil hace 20 años. Construyeron un hogar de cuatro pisos en donde colocó uno por uno cada retablo de madera. “Era un gran lugar para vivir,” dice Freitas.
Pero ya no lo es más. Desde febrero, casi todos los edificios que rodeaban la casa de Freitas se han demolido para el nivelado del terreno de la ciudad, como parte de trabajo para mejorar la infraestructura antes de la Copa del Mundo y de los Juegos Olímpicos de 2016.
Las casillas de ladrillo han estado agrietándose por el impacto de las excavadoras. En las calles se cubren con una alfombra gruesa los escombros, incluidos los residuos cloacales y metales torcidos. Por la noche, los adictos al crack se internan en las casillas abandonadas, llenándolas de botellas vacías, colchones mugrientos e improvisando pipas con las botellas plásticas. El hedor del excremento humano se percibe en el aire.
“Parece como si uno estuviera en Irak o Libia,” dice Freitas, mientras se mueve a través de los montones de escombros que ahora cercan su hogar. “No queda vecino alguno. Es un pueblo fantasma.”
Fundado por los trabajadores de construcción ferroviarios a finales de los 70, la Favela do Metrô, en el norte de Río, era hasta hace poco tiempo el hogar de aproximadamente 1.000 brasileños. Por parte del gobierno, ya se realojaron a 358 familias. Cerca de 320 permanecen aún allí, según Francicleide da costa Souza, presidente de la asociación de la comunidad de la favela.
Entre ellos se encuentran mayores, mujeres y niños, incluyendo a uno de cuatro años con microcefalia y parálisis cerebral.
“Le pedimos a Dios que nos apoye, así nuestros corazones no se dan por vencidos,” dice Sebastian de Souza de 77 años, que ha pasado 13 años en la favela, compartiendo un departamento húmedo y obstaculizado por la basura, con su hija y su bisnieto de cuatro años que ahora juega al futbol al lado de un montón de concreto quebrado, muebles abandonados y juguetes desechados. Souza dice que esperaba ser trasladado próximamente a otro estado. “Es triste. Solía ser un lugar bonito por aquí.”
Las razones de la demolición de la favela son discutidas. Los locales creen que es un plan de las autoridades para substituirlo por un estacionamiento próximo al estadio, según cuenta la historia de un trabajador en la demolición.
“La Copa del Mundo está en camino y quieren esta área,” dice Freitas. “Pienso que es inhumano.”
Jorge Bittar, Secretario de planificación de Río, dijo que la demolición es parte de un proyecto de 450 millones de dólares que “transformará” la zona alrededor del Maracanã, empezando con una taza de inversión de 520 millones de dólares que será destinada a la construcción de centros culturales, plazas arboladas y un cine.
“Esta es una comunidad muy pobre, cuyos hogares son muy precarios y se encuentran en un área inadecuada. Nosotros estamos ofreciendo dignidad a esas familias,” dice Bittar.
Activistas denuncian que las actividades en la Favela do Metrô son apenas la punta del iceberg. Julio Cesar Condaque, activista que lucha en contra de las demoliciones, denuncia que otras ciudades brasileñas serán afectadas por estas medidas estéticas. “Desde la fecha actual hasta la inauguración de la Copa del Mundo de 2014, quitarán a 1.5 millones de familias de sus hogares desplazándolas por todo Brasil.”
Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional, está visitando Brasil para encontrarse con los activistas que luchan en contra del desahucio. “Estamos pidiendo a las autoridades en todos los niveles, que este desarrollo en las obras no tome por costo los derechos de las personas,” dice Patrick Wilcken, del grupo Investigadores del Brasil. “Mientras que el recibimiento de la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos son una gran oportunidad para Río y otras capitales alrededor de Brasil, estos deben ser también acontecimientos para todos los brasileños, sean ricos o pobres.”
Wilcken dice que él había recibido informes de residentes de los alrededores que rechazaron aceptar los paquetes de compensación y fueron desplazados a la fuerza mientras las autoridades comenzaban con las demoliciones parciales.
“Vienen, demuelen las casas, dejan los escombros, dañan con frecuencia casas vecinas y la infraestructura - rompiendo los tubos de las cañerías, cortando a través de las líneas de electricidad y haciendo la comunidad inviable - y después llegan los problemas con los drogadictos, las plagas de ratas y cucarachas, que fuerzan básicamente al resto de la comunidad a moverse, muy a menudo, en circunstancias muy desfavorables,” comenta Wilcken.
Preguntado porqué la demolición había comenzado mientras que centenares de personas todavía vivían en la favela, Bittar culpa la empresa de la construcción de fallar en completar a tiempo, las nuevas viviendas para los residentes movilizados. Dejar a los niños viviendo y jugando en medio de los restos de obras es inaceptable, declaró.
“Intentaremos mejorar esto. Aislaremos las áreas demolidas y las áreas que todavía se habitan. Reconozco que esto ha causado un fastidio a los residentes e intentaremos y corregiremos esto.”
Bittar promete relocalizar a todas las familias restantes para el final de mayo.
“No los dejaré tirar mi casa abajo - mientras me mantenga con fuerza, no me iré de mi casa,” dijo Freitas, sólo para admitir minutos más adelante que su salida era inevitable. “Ya no me queda esperanza alguna.”
Fuente The Guardian
Julian Santiago
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